ENTRE EL SER Y EL HACER

Publicado el 8 de octubre de 2025, 14:46

Vivimos en un mundo que valora el hacer por encima del ser.
Reconectar con todo lo que nos inspira y nos representa se vuelve esencial.

Desde el mercadeo, la administración de empresas, la sexualidad sagrada y ahora las constelaciones familiares, he aprendido que el propósito no siempre es rentable, pero sí valioso.
Encontrar equilibrio entre generar riqueza y vivir con sentido no es una contradicción; es una danza que requiere autenticidad, pausa y mucho coraje.

Hace mucho tiempo que asisto a conferencias, talleres y cursos, y un día, en uno de esos encuentros, me identifiqué profundamente con una chica que dictaba una conferencia. La observaba y, dentro de mí, pensaba: “yo quiero hacer lo que ella hace”.
Y por eso es que el Círculo de Transformación hoy toma este rumbo.

Durante muchos años trabajé e hice cosas que no tenían nada que ver con lo que hago ahora, pero siempre estuvo presente en mí esa necesidad de enseñar. Así que me certifiqué como coach ontológica y de sexualidad sagrada.
La ontología reunía toda la espiritualidad con la que venía caminando, y la sexualidad era la otra cara de mi historia, ya que conocí y trabajé con el tantra durante años, dejando atrás el miedo que me daba salir de mi zona de confort por más de una década.

Hasta que un día sentí esa necesidad, esa sensación como una ráfaga inesperada de energía que recorrió todo mi cuerpo al conocer, en vivo, las constelaciones familiares en medio de mi formación.

Hoy puedo decir que soy una mujer muy afortunada, porque me gano la vida haciendo lo que me gusta y amo hacer.
Aunque reconozco que no siempre es tan fácil como uno espera, especialmente en esta era digital tan acelerada.

En la actualidad, el reloj no solo marca las horas: marca también expectativas, metas, entregas y resultados.
La productividad se ha convertido en una moneda social.
El propósito de la vocación —amar lo que se hace, ese motor interno que da sentido a todo— es el que nos sostiene.

¿Se puede encontrar equilibrio entre la productividad y el propósito, sin perder el alma en el intento?


EL PROPÓSITO: EL “PARA QUÉ” DE NUESTRA VIDA

El propósito no es una tarea ni una meta concreta. Es una dirección.
Es aquello que nos conecta con lo que somos en esencia, con lo que queremos aportar al mundo, con lo que nos hace sentir vivos.

El propósito puede expresarse en una profesión, una causa o una forma de estar en el mundo. Es ese instante donde sentimos plenitud y paz interior.
Existen muchas formas de conectar con el propósito, aunque este surge de un espacio sagrado e intuitivo, y su valor va mucho más allá del dinero.


PRODUCTIVIDAD: LA TRAMPA DEL HACER SIN PAUSA

En la otra cara del desafío aparece la productividad, esa fuerza que nos impulsa a hacer, crear y lograr.
Cuando está en equilibrio, nos permite materializar sueños, concretar proyectos y dar forma a la vida que anhelamos.
Pero cuando se desborda, la productividad se transforma en un hiperactivo del ser, que exige resultados constantes, mide el valor personal en tareas completadas y convierte la vida en una lista interminable de pendientes.

En este estado, confundimos movimiento con avance y ocupación con propósito.
Creamos rutinas llenas de logros visibles, pero vacías de significado interior.
El ser se cansa, pero la mente insiste en producir más, como si la verdadera vida estuviera siempre en el siguiente objetivo.

El hiperactivo del ser nos hace olvidar la pausa, el silencio, la contemplación.
Nos invita a correr sin mirar el paisaje, a demostrar más que a sentir, a conquistar más que a habitar.

Y es ahí donde surge el gran desafío:
¿Cómo producir sin perder el sentido?
¿Cómo lograr sin dejar de ser?


Producir sin perder el sentido comienza con un acto de honestidad: escuchar el ritmo interno del alma más allá del ruido externo.
Significa permitirnos pausar, observar, sentir y preguntarnos:
¿Esto que hago me expande o me drena?

Cuando el propósito guía, la productividad se vuelve un canal, no una prisión.
Entonces el trabajo, los proyectos, los vínculos y las metas se alinean con una energía más amorosa y consciente.

Producir con sentido es hacer desde el ser, no desde la carencia.
Es dar porque algo dentro de ti quiere florecer, no porque temas quedarte atrás.


En la práctica, esto puede traducirse en pequeñas decisiones cotidianas:

  • Decir “no” cuando algo no resuena con tu alma, aunque parezca una gran oportunidad.

  • Elegir la calidad del tiempo por encima de la cantidad de resultados.

  • Celebrar los avances invisibles: sanar una herida, poner límites, reconocer una emoción, pedir ayuda.


Lograr sin dejar de ser implica transformar la forma en la que nos relacionamos con el éxito.
El éxito deja de ser una meta externa y se convierte en una experiencia interna de coherencia, esa sensación de paz que llega cuando lo que piensas, sientes y haces están alineados.

Ahí, en ese punto, el propósito y la productividad dejan de competir y comienzan a danzar en sincronía.

Vivimos tiempos donde el alma nos susurra más fuerte que nunca.
Nos pide volver a casa, recordar quiénes somos antes de las exigencias, los títulos y las máscaras.
Nos invita a despertar del hacer automático y a reconectarnos con el propósito que da sentido a cada amanecer.


EL CÍRCULO DE TRANSFORMACIÓN: UN RETORNO AL SER

El Círculo de Transformación nace precisamente para acompañar este retorno.
Es un espacio para quienes sienten que algo dentro de ellos ya no encaja en la velocidad del mundo.

Para las almas que buscan equilibrio entre producir y vivir, entre servir y disfrutarse.
Para quienes están list@s para sanar, reconectar y recordar su poder.

Aquí no venimos a cambiar lo que somos, sino a recordar la grandeza que siempre estuvo dentro.

Si algo de este texto resonó contigo, quizás ya estás list@ para dar ese paso.
Porque el propósito no se busca, se recuerda.
Y el Círculo de Transformación está aquí para acompañarte a recordarlo.

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